Capítulo 42: El hombrecito (una «ficción» sobre una censura de verdad)

Tercera temporada

Pantallazo tomado de video publicado en Facebook
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Advertencia: ESTO ES FICCIÓN

Esta es una sátira sobre las relaciones de poder en Colombia, escrita en forma de novela. Y así como algunas películas advierten que su trama está «basada en hechos reales», esta es una novela basada en hechos actuales. En otras palabras: no se confunda. «La candidata presidencial» es una caricatura de la realidad, una parodia, un ejercicio de opinión y de imaginación del autor. Yo lo llamo ficción coyuntural.

Martes 19 de septiembre de 2023

El multimillonario Alejandro Santo Domingo entró solo al «lobby» del Hotel Sheraton New York Times Square, a menos de 600 metros del Central Park, en pleno corazón de Manhattan. Asistía a un influyente foro de empresarios y políticos al que se había unido hace menos de un año y medio, pero llegó con antelación para reunirse en el bar con una enviada del gobierno de Gustavo Petro. Escaneó el lugar y tardó en encontrarla. La Candidata se dio el gusto de contemplarlo unos segundos. Le pareció lindo y ejercitado. Recordó que Alejandro, si bien había heredado los ojos y la fortuna de su padre, tenía una espléndida quijada que replicaba el hermoso mentón de su madre, Beatrice.

—Esperaba a alguien más envejecido —dijo la Candidata luego de estrechar su mano—. Apenas tienes un par de canas. Debes dormir muy bien.

—Duermo bien. Sí —reconoció él.

—Bueno… me alegra que nada te quite el sueño, sobre todo siendo el propietario de un grupo de medios que está enemistado con el gobierno de Colombia.

Alejandro sonrió sutilmente.

—Yo, honestamente, no creo que estemos enemistados —contestó.

La Candidata hizo una mueca de suspicacia.

—Pues mira que nosotros, empezando por el presidente, sentimos que están en pie de guerra… Puede ser que no te hayas enterado.

El empresario aprovechó la ironía.

—La verdad es que yo no me meto en nada de lo que publican nuestros medios. Casi ni los veo. Para eso tenemos a Gonzalito. Tú lo conoces, ¿no?

La Candidata sabía perfectamente quién era Gonzalo Córdoba, presidente de Caracol Televisión y, a la vez, cabeza responsable y máximo supervisor de contenidos de Blu Radio y «El Espectador». Alejandro le decía «Gonzalito» porque así lo llamó siempre su padre, Julio Mario, quien lo acogió desde muy joven como consejero personal gracias a un mérito usual en cualquier círculo de poder: era hijo de una de las mejores amigas de su esposa, Beatrice.

—A través de Gonzalito es que yo me entero de cosas —continuó el empresario—. Por ejemplo…, yo sé que en la emisora son críticos del Gobierno… o que, recientemente, el canal publicó algo que molestó mucho al presidente… Y bueno, Gonzalito me advirtió que a ti te quitaron, hace unos días, una columna que tenías en el periódico…

A la Candidata le divirtió que Alejandro hablara de sus medios sin llamarlos con nombre propio—«la emisora», «el canal», «el periódico»—, como quien posee una tienda o una ferretería.

—Lo de Blu es una oposición diaria, vehemente y militante —afirmó ella—. Pero digamos que a eso ya estamos acostumbrados, desde hace años… Lo que sí nos tiene sorprendidos es el noticiero: lo que publicaron es una deliberada manipulación para hacer creer que a este Gobierno lo financió el narcotráfico…

La Candidata se relajó un poco, se recostó en el espaldar de la silla y continuó:

—Y lo de la columna…, francamente, es lo de menos. Empezando porque yo soy una gran promotora de la censura. Estoy de acuerdo con condenarla de dientes para afuera, como hicieron con Planeta y Laura Ardila, pero hacerla efectiva de dientes para adentro, como hicieron conmigo. «No hard feelings». El silencio, Alejandro, sí es una opción. Además, «Gonzalito» llevaba años pidiendo mi cabeza en «El Espectador». Me extraña que no se la hayan entregado antes… Lo que sí me sorprende es lo que esto revela de él: que es un hombre poderoso, pero pequeño; un hombrecito de discursos bobalicones que, pudiendo encargarse de cosas más importantes, se fija en tonterías… Lo ponía muy nervioso que, desde las páginas de «El Espectador», yo escribiera contra Sarmiento Angulo, «El Tiempo», los Gilinski, «Semana»… Decía que eso se prestaba para que otros cacaos se molestaran con ustedes y los terminaran atacando.

Santo Domingo respaldó a su empleado.

—Es cierto que no nos gusta alimentar enemistades.

La Candidata se quedó viendo a los ojos de Alejandro y recordó en ellos, de nuevo, al fallecido Julio Mario.

—Sácame de una duda —pidió ella—. Es famosa una frase que le achacan a tu papá: que un medio de comunicación es como un revólver, que no se usa todo el tiempo, pero cuando se necesita uno lo saca y dispara… ¿Eso sí lo dijo él o es una leyenda?

Alejandro no estaba seguro.

—Nunca escuché que lo dijera, pero tampoco oí que lo desmintiera.

—Bueno… Gonzalo cree que Gabriel Gilinski sacó el revólver y le disparó a él, para desquitarse por una columna en la que me burlé de «Semana».

El empresario pareció recordar algo.

—Sí…, alguien en «Semana» habló de Gonzalito… y de la esposa de Gonzalito…

—Pues me parece increíble que Gonzalo tenga tan poco cuero —recriminó la Candidata—. Él está a cargo de un grupo de medios que, todos los días, las 24 horas, hablan y rajan del mundo entero…, pero él no puede soportar un tuit…

Alejandro se encogió de hombros, sin estar seguro de qué más decir. Intuyó que a la Candidata sí le molestaba haber perdido su espacio de opinión en el periódico.

—¿Quieres que te devuelvan la columna? —preguntó él con algo de displicencia.

La mujer rio con ganas.

—Por favor, Alejandro… La columna es irrelevante. No gastemos un solo segundo más en ese tema. Suficiente con que «Gonzalito» pierda el tiempo en bobadas…Yo estoy aquí para hablar de asuntos más importantes: el presidente Petro, aprovechando que está en Nueva York, quiere hablar contigo. Le gustaría que participes en la construcción de un «gran acuerdo nacional». Eso es lo que vine a decirte. ¿Qué tal si le abres un espacio en tu agenda para esta noche? 

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