Capítulo 40: El «mercader del periodismo»

Segunda temporada

Tomada de «caretas.pe».

Advertencia: ESTO ES FICCIÓN

Esta es una sátira sobre las relaciones de poder en Colombia, escrita en forma de novela. Y así como algunas películas advierten que su trama está «basada en hechos reales», esta es una novela basada en hechos actuales. En otras palabras: no se confunda. «La candidata presidencial» es una caricatura de la realidad, una parodia, un ejercicio de opinión y de imaginación del autor. Yo lo llamo ficción coyuntural.

Miércoles 21 de junio de 2023

Hay lugares para vivir tan increíbles que parecen inalcanzables y se recorren con el anhelo de un niño que envidia los guayos nuevos de otro. El Aguamarina Beach Resort, a 50 kilómetros de Barranquilla, es un paradisiaco condominio localmente famoso por dos razones morbosas: la primera, porque allí tienen casa o apartamento varias de las familias más poderosas del Atlántico; la segunda, porque los residentes aún recuerdan la mañana en que Efraín Corrales, primo del cantante Silvestre Dangond, aterrorizó al vecindario lanzando tiros al aire. Toda urbanización de ensueño es eventualmente habitada por vecinos que son una pesadilla.

La Candidata se paró frente a la puerta de uno de los apartamentos de la etapa Olas. Antes de timbrar, suspiró con desgano. Le tenía profunda pereza a la conversación que le esperaba por delante. No había hombre en el mundo que la aburriera más que Mauricio Vargas, periodista retirado, novelista consentido de Planeta, columnista de El Tiempo, empleado de Iván Duque (como embajador en Francia) hasta el cambio de Gobierno y orgulloso prestador de servicios del clan Char de Barranquilla.

—¡Bienvenida a la «República Independiente de Aguamarina»! —saludó Mauricio—. Cuánto tiempo, ¿ah?

—Muchísimo… —respondió la Candidata—. Los que hicimos parte del kínder de César Gaviria ya estamos todos arrugados.

—Tú estás regia. Perfectamente puedes decir que sigues en el kínder, pero de Petro.

A la Candidata le fastidiaba su voz de lagarto, su sonrisa de tonto cada vez que acababa una frase y, sobre todo, sus monólogos interminables sobre temas y personas que a ella le tenían sin cuidado. La tuvo 35 minutos en el balcón hablándole del condominio, señalando con el dedo las casas de la etapa Caracola, contándole quiénes vivían allí —que de tal apellido, que de toda la plata del mundo—, indicando dónde quedaba el supermercado, el «spa», la cancha de fútbol, la de tenis, el gimnasio, la ciclorruta y la piscina con vista al mar. Hablaba como el niño de los guayos nuevos.

—Siempre que puedo me levanto temprano y camino una hora frente al mar… Hablándome, oyéndome…

La Candidata apretó los ojos para contener el desespero.

—¿Y qué «te cuentas» a ti mismo? —preguntó ella, sin que se le notara el sarcasmo—. ¿Qué «oyes» de ti mismo?

Mauricio se quedó pensando, creyendo que la Candidata estaba realmente interesada.

—Me digo que soy un afortunado; por los amigos que tengo, por poder recibirlos en este paraíso, así sea de vez en cuando. Aquí estuvo el presidente Duque y lo atendí, no sé si sabías…

La Candidata tenía previsto que Mauricio, en cualquier momento, empezara a contar las anécdotas de siempre con los amigos artistas de su padre.

—Un sábado cualquiera llegaba a mi casa a almorzar Toño Roda, el pintor. ¿Lo conoces? Iba con su señora. Llegaba Enrique Grau. A Alejandro Obregón íbamos a visitarlo en Cartagena…

La paciencia de la Candidata se puso a prueba. Siempre se fastidió con hombres comunes que posan de extraordinarios cuando hablan de sus insignificantes historias con celebridades.

—Juan Antonio Roda, el gran pintor, decía: «¡Quiero un “vodka tonic”! ¡Pero me lo prepara Mauricio!». Y yo con 12 años. Imagínate…

Lo siguiente en el repertorio, sabía ella, era escucharle la historia de cuando Julio Cortázar lo recibió en su casa, lo que de alguna forma lo llevaría a hablar, como absolutamente siempre, de su relación personal —casi familiar— con Gabriel García Márquez.

—Estuve un día entero en Zihuatanejo, en México… Una cabaña frente al mar… Éramos como ocho personas. Yo, un sardino de 19 años… Y Cortázar se la pasó todo el tiempo haciéndome preguntas, porque, como yo estaba haciendo una especie de gira centroamericana, él quería saber de cuanta cosa yo había visto en cada país. Eso fue muy especial para mí, porque Cortázar ya era famoso. No es como con Gabo, porque yo a Gabo lo conocí desde siempre, desde antes de que fuera reconocido. Con él hablábamos de política. Era muy consentidor conmigo… Estuvo muy pendiente de la novela que yo le conté que iba a escribir sobre el mariscal Sucre…

La Candidata se adelantó, mentalmente, al diálogo que seguía: «Y Gabo me preguntó que si ya tenía toda la línea de tiempo…». 

—Y entonces Gabo me preguntó: «¿Ya tienes toda la línea histórica del mariscal, año a año?». Y yo le dije: «La tengo prácticamente toda, hasta los 35 años, pero hay un bache de siete meses, cuando estuvo en la isla de Trinidad y ni idea qué pasó ahí». Gabo me dice: «Resuélvelo como novelista. Ahí entra el novelista. Si lo que estás escribiendo es una novela histórica, ahí tienes licencia para inventar lo que quieras, pero lo que pongas tiene que ser totalmente coherente con el personaje y con la historia»…

Pasaron casi dos horas insoportables para ella, escuchando anécdota irrelevante, tras anécdota irrelevante. Con mucha dificultad, sentada en un cómodo sofá, logró disimular un par de bostezos. Estuvo a punto de abortar la misión, pero con la paciencia llegó la recompensa.

—[…] es que mi tema siempre ha sido el poder, más que la política. Por eso me llamó mucho la atención cuando me chateaste y me contaste que estás escribiendo una novela sobre una mujer que llega a la Presidencia. ¿De eso es tu libro, verdad?… Imagínate. Una cosa espectacular. Y, como decía Gabo, «toda novela es autobiográfica», así que asumo que ahí vas a estar tú retratada.

—Por supuesto que estaré retratada.

—Maravilloso. Te voy a dar un consejo que me dio Gabo…

La Candidata asintió, con cara de: «Claro. Qué honor. Cuéntame». Pero en realidad estaba pensando: «Otra vez Gabo… Ya supéralo, Mauricio».

—Gabo me dijo un día: «Dedícale mucho más tiempo a corregir que a escribir, pero no sigas corrigiendo eternamente. Ponte una fecha límite»… Y otra cosa que nos comentó, a mí y a Roberto Pombo, es que «corregir es una batalla contra el lugar común»…

Pasaron 12 minutos más, inacabables, hasta que él volvió a hablar de la supuesta novela que quería escribir la Candidata.

—Pero bueno… Tu libro… ¿Me quieres contar algo de esta mujer que llega a la Presidencia o tienes algún agüero y prefieres no revelarme nada todavía?

—Te puedo decir que es una mujer muy cínica.

—Perfecto. Fíjate que yo enseño de cinismo —contó Mauricio, sin notar que la Candidata volvió a apretar los ojos del desespero—. A todo el que asesoro, en la política, al que está empezando, a los empresarios, a los que están en el poder, a todos les hablo del cinismo como mecanismo de defensa… De manera que, si tu personaje es una política cínica, vas bien. Yo, como te dije antes por teléfono, feliz de recomendarte con Planeta. Ahí tienes las puertas abiertas.

—Te lo agradezco de corazón, Mauricio. A mí me encantaría publicar la novela con Planeta. Siento que ellos tienen una afinidad especial con las historias que hablan del poder. Además, me gusta que sean valientes. No cualquiera tiene las agallas de publicar ese libro de Laura Ardila sobre los Char. Habla muy bien de ellos que se atrevan a respaldar una investigación así. Hasta a la revista «Semana» intentaron amedrentarla cuando María Jimena Duzán quiso meterse con ese tema.

A Mauricio se le notó, de súbito, la incomodidad con el asunto. La Candidata lo disfrutó.

—Sí, ese tema es complicado —admitió él—. Habrá que ver qué dice el libro.

—Con seguridad no es un homenaje —atizó la Candidata—. ¿Un libro sobre «el clan Char», a vísperas de las elecciones…? ¡Por favor! Es obvio que quieren golpear la candidatura de Alex. Pero bueno… para eso te tienen a ti, ¿o no? Tú decías que eres muy afortunado por los amigos que conservas. Pues yo creo que el más afortunado es Alejandro, por tenerte a ti como amigo… y como estratega.

—Es que eso soy yo… Soy amigo de mis amigos y, además, soy consultor, porque de algo tengo que vivir, aunque algunos crean que eso es un pecado.

—Te entiendo perfectamente. A mí me pareció muy mala leche cuando Ramiro Bejarano te acusó de ser un «siniestro mercader del periodismo».

—Ni vale la pena que me lo recuerdes.

—Es que me impactó muchísimo la violencia de Bejarano. Tengo en la cabeza, textualmente, los términos en los que se refirió a ti.

—Sí, pero no hace falta…

—Dijo que eras una «conciencia alquilada a todos los gobiernos y poderosos, célebre por reportar de su oficio jugosos dividendos» —citó la Candidata de memoria, degustando cada palabra—. ¿Y entonces qué pretende Bejarano? ¿Que hagas asesorías y no las cobres? ¡No jodás!

—Es que cobrar por una consultoría no debería escandalizar ni sorprender a nadie. Eso no tiene ningún misterio.

—Absolutamente de acuerdo. Ahora… ya que estamos hablando de esto de las asesorías, lo que sí me extraña es que no tengas un plan frente al libro de Laura Ardila.

—Pues… es que es muy difícil diseñar una estrategia, sin saber qué dice el bendito libro.

—Claro. Por eso yo alcancé a pensar que… —la Candidata se detuvo, intencionalmente, y miró a Mauricio con un gesto de complicidad antes de continuar—. Por eso yo alcancé a pensar que ustedes se le iban a atravesar a la publicación…

—No, eso no. Yo les he dicho que eso… mejor no, porque se arma un escándalo peor. Luego sale todo el mundo a decir que los Char están acosando judicialmente a una periodista y que pobrecita ella.

—Bueno, es que yo me había imaginado otra cosa, más sutil y más cínica —provocó la Candidata—. De pronto en eso del cinismo yo tengo algunas cosas para enseñarte a ti.

—A ver… ¿qué cosas? ¿Qué habrías hecho tú? —desafió Mauricio.

—Pues yo, en tu lugar…, aprovecharía la cercanía con Planeta para aconsejarlos desde un plano personal, como amigo de la editorial, no como amigo de los Char. Les diría: «Miren…, yo los aprecio mucho. Esta es mi casa. Me preocupa que terminen metidos en un pleito multimillonario e innecesario. Cúrense en salud y hagan un análisis jurídico del libro, en el que quede constancia del riesgo que enfrentan»…  Eso es suficiente para justificar que la editorial abandone el proyecto y, al final, todos contentos: en Planeta, agradecidos por evitarles una demanda; los Char, fuera de los reflectores; y Alejandro, amándote… «as always».

Mauricio soltó una risotada que lo ayudó a distenderse un poco.

—Es una idea muy cínica —reconoció él.

—¿Verdad que sí?… No me digas que no te suena.

***

Martes 4 de julio de 2023

Laura Ardila solo permitió que se le aguaran los ojos cuando abandonó las oficinas de Editorial Planeta. Sobre la calle 73, abajo de la carrera 7, se quedó parada unos segundos sin terminar de comprender lo que acababa de pasar. Estaba entre asombrada y estupefacta. Se sentía irrespetada y atropellada.

A esa hora, la Candidata se reunía en la Casa de Nariño con el secretario jurídico de la Presidencia, Vladimir Fernández. La mujer recibió un chat que le sacó una sonrisa y quiso compartir el motivo de su alegría.

—Acaban de decirle a Laura Ardila que, definitivamente, no le van a publicar el libro… ¿Soy buena en esto o no?

El secretario jurídico la miró confundido. 

—No entiendo… La idea era ayudar a que el libro sonara mucho, para golpear la campaña de Alejandro Char, ¿y ahora te pones contenta porque Planeta no lo va a publicar?

—Exactamente. La manera más efectiva de hacer sonar un libro… es censurándolo.

***

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