Capítulo 7: Saboteando a Vargas Lleras

Primera temporada

Tomada de Las 2 Orillas.

Advertencia: ESTO ES FICCIÓN

Esta es una sátira sobre las relaciones de poder en Colombia, escrita en forma de novela. Y así como algunas películas advierten que su trama está «basada en hechos reales», esta es una novela basada en hechos actuales. En otras palabras: no se confunda. «La candidata presidencial» es una caricatura de la realidad, una parodia, un ejercicio de opinión y de imaginación del autor. Yo lo llamo ficción coyuntural.

Miércoles 22 de enero de 2014

La Candidata aún no tenía Secretaria Privada. Hasta ahora, Nicolás Ulloa desempeñaba esas funciones, pero cada vez le quedaba menos tiempo para ayudarla a cuadrar agenda o para hacer seguimiento a llamadas que debía responder. Aunque ya había entrevistado a un par de aspirantes, la Candidata tenía especial interés en la que estaba a punto de entrar.

—Ya está aquí —dijo Nicolás asomándose en la puerta.

A la oficina entró Laura Montoya Vélez, la misma que hace cuatro años trabajó como Secretaria Privada de la entonces aspirante a la Presidencia Noemí Sanín. El país supo ampliamente de ella a partir del 18 de abril de 2010. La noche de ese domingo, en pleno debate televisado entre candidatos, se desató un tremendo novelón cuando Noemí dijo que Juan Manuel Santos ofrecía dádivas.

Puntualmente lo acusó de haberle prometido el cargo de Ministro de Defensa a Darío Montoya, el padre de Laura, quien ocupaba la Dirección del SENA (una entidad de educación técnica y tecnológica con cientos de miles de estudiantes que representaban apetitosos votos para cualquier campaña). Montoya padre se vio en la penosa situación de confrontar a su amiga Noemí y la desmintió en tantas entrevistas como pudo. Montoya hija, por su parte, no tuvo más opción que renunciarle a su jefa, escribiéndole primero en un chat “no estoy de acuerdo con que hayas puesto a mi papá en la comidilla” (escuche el minuto 22:20 de este audio). Luego vino la famosa carta de Laura afirmando que, pese a todo, votaría por Noemí, y agregando de ñapa una dura crítica al “cinismo” de Santos por los falsos positivos. Esto último produjo que su padre, otra vez, tuviera que salir a los medios, pero ahora para rechazar las declaraciones de su hija, confesando de paso que vivían un difícil momento familiar.

—Laura, gracias por venir —saludó amable la Candidata, sin pararse de su escritorio—. Cierra la puerta, por favor. Siéntate.

—¿Cómo le va? —dijo la joven mientras se acomodaba en la silla del frente.

La Candidata podía sentir su incomodidad.

—Bueno, pues estoy a la expectativa de que trabajes conmigo. ¿A ti qué te parece la idea?

Laura hizo un gesto en el que se hicieron evidentes sus profundas dudas.

—Pues la verdad no sé. Vine a escuchar, pero… en realidad no estoy muy segura de que quiera hacer esto de nuevo.

—Laura, me parece perfectamente entendible. La última vez terminaste decepcionada. No puedo hacer nada distinto a asegurarte que yo soy una persona en la que sí puedes confiar y que valoro mucho tu coraje. La razón por la que te contacté es porque me parece muy valiente lo que hiciste, no solo por defender a tu papá como era lo justo, sino por la sentida carta en la que dijiste unas buenas verdades sobre Santos. Creo que fuiste coherente y esa es una cualidad difícil de encontrar. Además, cuentas con una experiencia que necesito. A estas alturas no puedo darme el lujo de improvisar con una Secretaria Privada. Y si te aguantaste a un personaje tan difícil como Noemí, creo que nos podríamos entender muy bien… Te garantizo que soy mucho más easygoing que ella.

La Candidata mentía sin el menor asomo de escrúpulo. Su propósito real era encontrar a un desprevenido uribista que le sirviera de informante. Luego de que Francisco Santos se apartara definitivamente del sector que apoyaba la candidatura de Óscar Iván Zuluaga (lo que quiere decir que estaba alejado del mismo Álvaro Uribe), Laura parecía una buena opción. Su papá no solo seguía siendo muy cercano al expresidente, sino que estaba metido de lleno en la campaña de Zuluaga, haciendo además los respectivos méritos para que el Centro Democrático respaldara su próxima aspiración a la Alcaldía de Medellín.


—Bueno… —dijo Laura—, pues me preocupa una cosa de lo que acaba de decir.

—¿Qué cosa?

—Creo que… no ha visto la hoja de vida que le envié. Yo… emmm… yo no he sido precisamente un ejemplo intachable de esa coherencia que usted valora tanto.

—No entiendo —respondió la Candidata, confundida, buscando en su escritorio la hoja de vida que Nicolás le había impreso.

Laura no dijo nada. Esperó a que la Candidata descubriera su “secreto” y supo que lo había hecho cuando observó su cara de sorpresa. La joven solo asintió con la cabeza, expresando que el tema le daba vergüenza. La Candidata le correspondió con una mueca de decepción. Giró hacia su computador para buscar en Google la carta que había escrito Laura en 2010 y le pegó una rápida leída.

—Hace cuatro años —retomó la Candidata—, dijiste lo siguiente de Juan Manuel Santos: “Me propuse a mí misma nunca promover que este país fuera gobernado por gentes tan mezquinas y cínicas como él” (leer la carta).

—Sí. Así es.

—¿Y luego…? —se detuvo la Candidata como si fuera descabellado lo que iba a preguntar— ¿Y luego fuiste cónsul en Nueva York?… Es decir… ¿fuiste representante del Gobierno que juraste nunca promover? (vea a continuación el video que lo demuestra).

La Candidata sabía que no podía dar lecciones de coherencia a nadie, y menos con lo que había venido haciendo en las últimas semanas, pero al menos (creía ella) el drama personal que vivía justificaba su doble juego. “Tan chiquita y tan acomodada”, pensó la Candidata de Laura. “Y eso que los uribistas critican la mermelada… cómo sería si no”.

—No estoy orgullosa de lo que hice, Candidata. La verdad es que, luego de todo el escándalo en la campaña pasada, mi papá me convenció de darme una oportunidad para conocer mejor a Santos. Hasta gestionó una reunión con él (ver tuit de La FM). Un tiempo después vino la propuesta de ser cónsul y… por necesidad, y tal vez por darle gusto a mi papá, acepté el trabajo en Nueva York…  pero francamente siempre me sentí en el lugar equivocado y con un dilema constante de estar traicionando mis convicciones. Por eso fue que luego renuncié…

La Candidata estaba a punto de dar por terminada la reunión, diciéndole amablemente a Laura que le agradecía por su tiempo, pero que no podía permitirse el riesgo de reclutarla para que luego cuestionaran su campaña. Sin embargo, la joven alcanzó a decir unas palabras que llamaron la atención de la Candidata.

— … Y me alegro de haber renunciado. Me han contado unas cosas muy sucias que están pasando en el Consulado.

—¿Ah, sí?

Laura dudó en contarle, pero creyó que era una buena manera de cambiar la reciente percepción que se había hecho la Candidata, demostrándole que no toleraba ciertas prácticas.

—Pues imagínese que la Cónsul General (Elsa Gladys Cifuentes) le está haciendo campaña a un candidato a la Cámara (vea noticia con la denuncia). Eso no se hace.

—No puede ser. ¿A quién?

—Un representante de La U que se llama Jaime Buenahora y que quiere ser reelegido.

La Candidata sabía perfectamente de quién se trataba. Pensó con malicia en cómo esta nueva información le servía para presionar el desinfle de la candidatura de Vargas Lleras. Más allá de que le cayera mal, no le convenía que un galanista ejerciera su influencia desde la Vicepresidencia. Años atrás, en 1997, el entonces senador fue figura clave para revivir la extradición y hoy podría ser una obstáculo en el propósito de cambiarla.

—Laura, ¿podrías ponerme en contacto con alguien de confianza en el consulado? Entiendo que a ti te quedaría muy mal filtrar esa información, porque trabajaste con Elsa Gladys, pero si reunimos unas pruebas yo podría pasárselas al Centro Democrático para que hagan la denuncia. Tengo un canal informal con ellos.

***

En Medellín, el senador Roy Barreras estaba de correría recogiendo apoyos para reelegirse en el Senado.

En minutos se reuniría con líderes empresariales. Una llamada entró a su celular.

—Mi estimada Candidata. Dichosos los oídos que tienen el privilegio de escuchar su encantadora voz. 

—Senador, le agradezco el piropo, pero me temo que hoy nuestra conversación no será de su agrado.

—¿Y eso, Candidata? ¿Qué pasó?

—La pregunta correcta es: ¿qué va a pasar? Le cuento, Senador, que el Presidente está cada vez más decidido a escoger a Vargas Lleras como su fórmula Vicepresidencial. Es cuestión de unos días para que lo anuncie.

—Qué vaina, ¿no? No lo quieren ni los liberales ni varios de nosotros en La U, pero el Presidente y las encuestas sí.

—Pues lo llamo para advertirle que si no hacen algo, se van a tener que tragar ese sapo. Más específicamente, Senador, si usted no hace algo, va a tener un enemigo muy poderoso. Todos sabemos que Vargas Lleras no será el típico Vicepresidente. Si así da miedo, imagíneselo con el poder y la influencia que va a tener.

—Candidata, yo soy el que menos quiere eso, pero lo he pensado y decidí no enfrentarme a él. La última  vez que peleé con Vargas Lleras terminé expulsado de Cambio Radical. De manera que, aquí entre nos, opté por la conocida vía de “si no puedes con tu enemigo, únete”. Jejejeje.

—No, Roy. Usted no va a hacer eso —dijo ella con un retador tono imperativo.

—¿Perdón?

—Tengo pruebas de que Elsa Gladys Cifuentes le está haciendo campaña a Jaime Buenahora.

Barreras sudó frío. La Candidata continuó.

—Los dos sabemos que Jaime Buenahora es un protegido suyo y que Elsa Gladys no mueve un dedo sin consultar con usted. No es muy difícil concluir que la orden de hacerle campaña a Buenahora vino de su oficina.

—De verdad… no sé de qué me habla… Y francamente me parece muy temerario que…

—Usted entiende perfectamente de qué le estoy hablando. Y espero que también comprenda las consecuencias de que esto se revele. Le repito: tengo pruebas.

“Esta es mucha malpa…”, dijo el Senador entre dientes.

—Usted se va a oponer con uñas y dientes a ese nombramiento. No solo haciendo ruido en los medios sino también alineando a los liberales. ¿Me entendió?

—Pero, Candidata… Si me voy con toda contra Vargas, y Santos no cambia de opinión, ahí sí que me va peor con ese tipo en la Vicepresidencia. Además, no entiendo cuál es su interés en que él no sea la fórmula del Presidente…

—Lo que le debe importar es qué le va a pasar a usted si no hace lo que le digo. Dígame una cosa, Roy: ¿a quién le tiene más miedo? ¿A Vargas Lleras o al Procurador? (ver declaraciones de Roy Barreras).

***

A las 9:43 de la mañana de ese miércoles 22 de enero, Enrique Peñalosa terminaba una entrevista en La W (escúchela aquí).

—Así es de que mucha suerte —se despidió Julio Sánchez Cristo— y lo estaremos acompañando en esta opción que puede ser la tan esperada y anhelada tercería de muchos colombianos, porque, como se ven las cosas, pues, el panorama hoy está muy claro, pero está muy tristongo, muy aburrida la elección como está hoy, ¿no le parece?

—Pues vamos a ver si le ponemos un poco de energía y emoción —contestó Peñalosa, forzando una risa—. Muchísimas gracias, Julio. Gracias por sus palabras.

El precandidato presidencial de la Alianza Verde colgó. Estaba en el puesto de atrás de la camioneta blindada que le asignó la Unidad Nacional de Protección, parqueado en una de las calles aledañas al Centro Comercial Andino, en Bogotá. Aunque había salido a tiempo para cumplir su cita de las 9:30 am, la entrevista duró más de lo esperado y tuvo que terminarla dentro del carro estacionado. A su lado, había permanecido todo el tiempo Astrid Uribe, jefe de prensa de la Alianza Verde.

—Lo manejó bien —opinó ella en ese acento paisa bogotanizado con el que no tuteaba a nadie—. Me gustó lo que dijo sobre que hay más diferencias entre Santos y Angelino Garzón, que entre usted y Antonio Navarro, o que entre usted y Claudia López. Es un buen mensaje de acercamiento. Antes de que saliera al aire, les chateé a ellos para que lo escucharan. Espero que hayan podido oír.

Peñalosa no dijo nada. Desde que despertaba hasta que se acostaba, vivía con una incertidumbre: todos sus esfuerzos podrían ser en vano si los Progresistas (ala opositora a sus aspiraciones en la Alianza Verde) lograban tumbar la consulta para escoger candidato único. No podía permitirse una derrota más en su carrera política.

—Doctor —intervino el conductor—. El doctor Rodríguez está esperando ahí al frente.

Peñalosa miró a través de la ventana. Mauricio Rodríguez, cuñado del Presidente de la República (y su asesor de comunicaciones), esperaba encorbatado al lado de otra camioneta oficial que llevaba algunos minutos parqueada.

—Astrid, nos vemos en la oficina —dijo Peñalosa.

El precandidato se bajó y saludó efusivamente a su amigo.

—¡Feliz Año, Mauricio!

—Feliz Año, aunque atrasado —respondió Rodríguez—. Me hubiera gustado verte antes pero hasta ahora me pude escapar. El Presidente anda de viaje en España y solo ahora tengo un respiro.

—No te preocupes. Discúlpame tú la impuntualidad, pero estaba en medio de una entrevista en La W.

—Lo sé. Te estaba escuchando —dijo Rodríguez mientras ambos empezaron a caminar en busca de un café.

—¿Y qué te pareció?

—Lo que me parece es que no deberías estar rogando que un partido te reciba.

Peñalosa, otra vez, soltó esa risa forzada que reaparecía en cada periodo de su vida en el que usaba la máscara de candidato.

—Ya sé para dónde va esta conversación —dijo.

—Enrique, no me puedes culpar por insistir en el tema. Sabes que Mockus no aceptó ser la fórmula de Santos, cosa que me alivia. Un tipo como él sería peor que Angelino haciendo “objeciones de conciencia” todo el tiempo.

—No me extraña que no haya aceptado.

—De pronto, lo que sí te va a extrañar es que le comenté al Presidente mi idea de que tú fueras su fórmula y le quedó sonando. 

Peñalosa detuvo sus pasos, sorprendido.

—¿Ah, sí?

Rodríguez le puso la mano en la espalda, invitándolo a seguir caminando.

—Él siempre ha estado muy inclinado a que sea Vargas Lleras, no solo por su perfil de ejecutor, sino porque tiene votos. Lo que yo le dije al Presidente es que tú cumplías con esas dos condiciones, pero con una ventaja: los partidos de la Unidad Nacional odian a Vargas y, de lejos, te preferirían a ti. También te confieso que le metí un poco de miedo. Le advertí que cuando ganaras la consulta…

—Si es que hay consulta —interrumpió Peñalosa.

—Bueno… de haber consulta, está por descontado que vas a ganar. Luego, imagínate frente a Óscar Iván Zuluaga. ¡Lo haces polvo! Sin duda pasarías a segunda vuelta. Y después de eso serías un competidor incómodo porque reunirías los votos de muchos que no quieren la reelección, especialmente los de todo el uribismo.

—Mauricio, de verdad yo te agradezco, pero…

—Escúchame. No te he dicho lo que incluye la propuesta para ti. Desde la Vicepresidencia, tú serías una especie de superministro con una misión puntual: construir las ciudades que quieres, empezando por Bogotá, trabajando directa y permanentemente con los alcaldes que quieras en temas urbanos y de infraestructura, y con un megapresupuesto debajo del brazo. Eso sería una buena plataforma para una Presidencia tuya en el 2018.

Con lo del “megapresupuesto”, Rodríguez estaba ofreciendo más de lo que en realidad había hablado con Santos, pero necesitaba cañar para materializar su idea. No tenía un interés particular en la fórmula Santos-Peñalosa. Se trataba de simple vanidad; quería sacar pecho como artífice de una jugada que consideraba maestra (eso le había hecho creer la Candidata: que la idea era de él). De paso, sacaba de las cuentas a un tipo como Vargas Lleras, a quien consideraba desagradable.

—Lo que queremos a cambio —continuó Rodríguez—, es que nos ayudes a recoger apoyos en Bogotá. El Presidente está preocupado por la votación de acá y creo que tú eres la persona idónea para cubrir ese vacío. Te necesitamos como candidato a la Vicepresidencia, para hacer una campaña fuerte en la ciudad.

—Mauricio, me halagas, pero honestamente el único que tiene buen apoyo en Bogotá es Petro, con toda esta crisis se ha vuelto un mártir… y sabes que sus Progresistas no me quieren ni un poquito..

—Por eso es que… —dijo Rodríguez— necesitaríamos que te reconcilies con Petro.

Peñalosa lanzó su tercera risa del día, aunque esta vez no fue forzada.

—Hombre, pero si te acabo de decir que…

—Sí, que los Progresistas no te pueden ver ni en pintura, pero eso no es lo que está pensando Petro. La guerra que se viene no es por la Presidencia. En el fondo todos creen que Santos va a ganar y el campo de batalla que realmente queda disponible es Bogotá. El Centro Democrático, con Pacho Santos como candidato a la Alcaldía, se va a dedicar a hacer campaña aplastando a Petro y eso lo sabe él. Por otro lado, el Presidente tiene dos alternativas para sacar votos en Bogotá: haciendo campaña contra Petro, que es el escenario que propone Vargas Lleras, o haciendo campaña CON Petro, que es el escenario que propongo yo. Tengo información confiable de alguien en contacto directo con la esposa del Alcalde y él ha dicho que su escenario menos nefasto eres tú.

—No creo que eso sea tan así… Petro va a pedir a cambio que yo lo acompañe en la campaña del “no” a la revocatoria, y hasta allá no llegan mis patraseadas.

—Dadas sus circunstancias, él se conforma con alguien que no lo ataque, que al menos sea neutral y eso es lo que tú has venido haciendo. Aunque has dicho que votarás a favor de la revocatoria, también has cumplido con la promesa de no hacer campaña activa y visceral para sacarlo. Además, y esto es casi lo que más le importa a Petro, tú eres la mejor opción para que su proyecto político no quede exterminado. Él sabe que, tarde o temprano, se va a hacer efectiva la destitución. Por eso, lo que más le preocupa ahora es que su movimiento de Progresistas sobreviva en el mediano plazo y eso solo va a ocurrir aceptando que hacen parte de la Alianza Verde y actuando en consecuencia, o sea, apoyando a su candidato a la Vicepresidencia.

Era demasiada información. A Peñalosa le quedaba claro que semejante jugada le servía a Santos, porque ponía al Alcalde a hacerle campaña con sus Progresistas. También le servía a Petro, porque al menos neutralizaba a Vargas Lleras (uno de los tantos que querían ponerse en la fila de verdugos) y al mismo tiempo permitía que su proyecto político escampara bajo la sombrilla de la Alianza Verde. Lo que no terminaba de prever eran los efectos adversos que pudiera tener para él mismo un pacto con la Unidad Nacional. Muchas preguntas rondaron su cabeza, pero la primera que lanzó fue una mera curiosidad.

—¿Y a ti es que no te gusta Vargas Lleras?

—¡Qué va! —respondió Rodríguez, como si fuera obvio—. Me parece un completo patán.

***

El celular de la Candidata emitió tres sonidos cortos. Era un chat de Mauricio Rodríguez.

Peñalosa se quedó pensándolo

Creo que va a decir que sí

Cómo vas por tu lado?

Roy va a cooperar

Tuve que presionarlo un poco

Pero él no va a ser suficiente

¿Ya hablaste con Benedetti?

No. Hoy mismo lo alineo

Va a ser fácil. Él detesta a V LL

Ponlo a hacer ruido con otros nombres para la VP

Ok!!

La mujer sonrió. Eran apenas las 10 y 30 de la mañana y a esa hora su estrategia había avanzado más de lo esperado. Podía irse tranquila a la reunión que tenía prevista con Verónica Alcocer y su esposo, el Alcalde de Bogotá. No solo quería darles personalmente la noticia del encuentro entre Peñalosa y el cuñado del Presidente, sino que también buscaba asegurarse de que Petro, mientras siguiera en el cargo y tuviera los reflectores encima, insistiera en la necesidad de una Asamblea Nacional Constituyente. Ese día una nueva marcha se concentraría en la Plaza de Bolívar y el Alcalde, en efecto, desde el balcón diría: “… debemos convocar al pueblo reunido en constituyente para buscar en realidad, un cambio de la Constitución”.

***

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