Capítulo 30: Enemigos internos

Segunda temporada

Tomada de Blu Radio

Advertencia: ESTO ES FICCIÓN

Esta es una sátira sobre las relaciones de poder en Colombia, escrita en forma de novela. Y así como algunas películas advierten que su trama está «basada en hechos reales», esta es una novela basada en hechos actuales. En otras palabras: no se confunda. «La candidata presidencial» es una caricatura de la realidad, una parodia, un ejercicio de opinión y de imaginación del autor. Yo lo llamo ficción coyuntural.

Miércoles 22 de junio de 2022

En solo tres días, los senadores Gustavo Bolívar y Alexander López Maya pasaron de sentirse victoriosos a derrotados. El domingo ganaron la Presidencia de la República, pero aquel miércoles quedó claro que ninguno de los dos sería presidente del Senado. Estaban reunidos con el resto de la bancada del Pacto Histórico, en el hotel Grand Hyatt de Bogotá, dando hasta el final la pelea que al otro día perderían. La Candidata levantó la sesión:

—No me queda sino agradecerles a todos por la participación… por la paciencia. Esta misma noche hablo con el presidente Petro para transmitirle las ideas…, las posturas que hay hasta el momento… y mañana que él venga terminamos de decidir. Nos vemos a la misma hora, ¿vale?

La mujer se puso de pie y atendió con dedicación y camaradería a todos los que se acercaron a hacerle comentarios sosos y a felicitarla por su designación —«enlace personal del presidente electo con la bancada de Gobierno»—. Sus asesores, Lorena y Nicolás, se mantuvieron cerca e intercambiaron números telefónicos con varios asistentes «para estar en contacto por si cualquier cosa». Incluso, hubo quien quedó de mandarles por correo «unas ideas» sobre proyectos de ley que querían impulsar y que «con seguridad son temas del mayor interés del presidente Petro».

Pasaron 23 minutos hasta que al fin pudieron abandonar el salón. La Candidata vio a Gustavo Bolívar y Alexander López Maya cerca al bar. Se unió a ellos y moduló la voz para que nadie más pudiera oírla:

—Yo estoy absolutamente de acuerdo con ustedes. No tiene ninguna presentación que seamos «el Gobierno del cambio», pero que el presidente del Senado que elijamos sea Roy. Deberían decirle eso a Petro, así de clarito, cuando venga mañana.

—Es que esa vaina no tiene ni pies ni cabeza —dijo Bolívar—. Si así son las cosas al desayuno, cómo será la comida.

—Imaginate vos esa foto —agregó el caleño López Maya—: Roy Barreras, un símbolo de la política tradicional, poniéndole la banda al primer presidente de izquierda en la historia de Colombia. Eso es algo en lo que Petro tiene que pensar.

La Candidata asintió:

—Se lo voy a decir esta noche. Le voy a preguntar si él quiere una foto con un representante del establecimiento como Roy o con alguien que represente el cambio, como ustedes. Pero no se queden quietos. Hagan bulla y pónganse a sonar.

—Ah, eso sí —respondió López Maya—. Yo esta tarde me puse a sonar en Semana.

—Yo también. Me salí de la reunión y canté en La W las que tenía que cantar —dijo Bolívar—. Y si queda Roy de presidente voy a seguir cantando.

—Tú eres el que menos se puede quedar callado —afirmó la Candidata—. Una cosa es que el uribismo te haya negado la segunda Vicepresidencia del Senado… ¿pero que tu propio partido desprecie tu aspiración, en el Gobierno que tú ayudaste a montar?

Se despidieron. La Candidata aguantó a otros dos «espontáneos» que la esperaban en el «hall» de salida, que querían «aportarle al país» con algunas «propuestas de la máxima importancia». Finalmente, pudo subirse a la camioneta que la esperaba con Nicolás en el puesto del copiloto y con Lorena atrás del conductor.

—Esto es de manual post-electoral —dijo la jefa—: tan pronto un candidato gana las elecciones empieza a abrazar a los rivales que lo atacaron en campaña, pero comienza a perder a los amigos que lo ayudaron a ganar. Nos hacen muy fáciles las cosas.

El teléfono de la Candidata vibró.

—Es PP —anunció sonriente a sus asesores.

—¿Pepe? —preguntó Lorena.

—Pe, pe… —respondió Nicolás—.  Presidente Petro.

La Candidata contestó la llamada:

—Qué buen «timing». Acabo de salir del Hyatt.

—¿Cómo les fue? —indagó el mandatario electo—. Me contaron que estuvo tensa la cosa.

—Lo normal. Básicamente es un pulso a favor y en contra de Roy.

—¿Y tú estás a favor o en contra de Roy?

—Yo estoy a favor de que podamos gobernar. De entrada, descartaría a Bolívar. Es un experto en sacarle la piedra a la gente. No necesitamos eso. A Alex también lo descartaría. Él es un alfil de Francia. Ponerlo en la Presidencia del Senado sería entregarle la agenda a la vicepresidenta.

—¿Y María José? A mí me gusta mucho el simbolismo de que sea ella, una Pizarro, quien me ponga la banda presidencial.

—A mí también me gustan las ideas provocadoras. Tú sabes que sí…, pero de pronto es demasiado para este país. Ya es desafiante que un miembro del M-19 llegue a la Casa de Nariño. Si, además, ponemos en la Presidencia del Congreso a la hija del último comandante del M-19… le damos munición a los que dicen que la guerrilla se tomó el Estado. Ya tenemos suficiente con el ruido que hace Piedad en la bancada y ese es justo un tema del que te quiero hablar… Me pediste entrar en contacto directo con el Gobierno de Maduro, pero eso es bien difícil si Piedad se sigue sintiendo dueña de esa relación. Yo creo que hay que enviar un mensaje, a ella y al Gobierno de Venezuela.

***

Viernes 24 de junio de 2022

Piedad Córdoba, recostada en una habitación de la Clínica del Country, en Bogotá, parecía más triste que enferma. Se sentía víctima de múltiples victimarios: de su exasesor Andrés Vásquez, quien la acusó de haber manipulado por años las liberaciones de secuestrados; de la DEA, que le tendió una trampa a su hermano Álvaro y lo tenía al borde de la extradición; de Roy Barreras, por haberla apartado de la campaña de Petro; de los funcionarios que la detuvieron en Honduras con 68 mil dólares sin declarar; de la justicia colombiana, que parecía empeñada en llevarla a la cárcel.

—Yo soy una luchadora, pero es imposible no quebrarse con toda esta persecución tan desmedida —dijo Piedad.

La Candidata le agarró una mano y habló en inglés mirándola a los ojos:

—You can shoot me with your words. You can cut me with your lies. You can kill me with your hatefulness. But just like life… I’ll rise.

—¿Ese es el poema de Maya Angelou? —preguntó Piedad conmovida.

La Candidata asintió:

—La conocí gracias a ti. Pusiste un tuit hace unos años.

—Adoro a esa mujer —dijo Piedad.

—Yo también —mintió la Candidata—. El poema que ella recitaba es ligeramente distinto al que está escrito. ¿Sabías? El escrito dice: «You may cut me with your eyes»; «puedes cortarme con tus ojos». Pero cuando declamaba ella decía: «You can cut me with your lies»; «puedes cortarme con tus mentiras»… Me gusta más así. Hace más daño una mentira que una mirada.

—Dímelo a mí —validó Piedad—. El daño que me han hecho y que me siguen haciendo con tantas falsedades…

—Y con tanta hipocresía. Esa lapidación pública por supuestamente evitar que Íngrid fuera liberada… Mira, no me tienes que contar nada, ni te voy a preguntar nada, pero si yo hubiera estado en tu lugar, habría entendido perfectamente que tan pronto liberaran a Íngrid el mundo se iba a olvidar del resto de secuestrados. Seré muy pragmática, pero mejor liberar a diez soldados que a un solo político.

Piedad dudó sobre cómo reaccionar a eso:

—Esas son las cosas que la gente no entiende —dijo al fin.

—Pues yo sí lo entiendo… Yo sí te entiendo. Y a eso vine, a expresarte mi afecto, mi solidaridad, y a decirte que cuentas conmigo SIEMPRE. Por eso le dije a Petro que no le aceptaba un encargo que me hizo.

—¿Cuál?

—Me pidió que, además de ser su consejera política, fuera su enviada especial con el Gobierno Maduro.

—¿Ah, sí?

—Venían barajando varios nombres y al final me pidieron que asumiera esa misión. Mi respuesta fue un «no» rotundo. Esa es una relación que has construido tú y no es justo que ahora te apartemos de buenas a primeras. No estoy de acuerdo con eso, ni con que te hayan alejado de la campaña…, ni con otra cosita que te van a pedir, que también me tiene muy molesta.

—¿Qué cosa?

—Van a pedir que te hagas a un lado en el Congreso.

—¿Quién?

—Petro.

—Ah, pues que me lo pida. Yo no me voy a bajar del bus porque él diga.

—Exactamente. No tienes por qué renunciar a tu curul. Entre otras cosas por tu hermano. Puedes hacer más por él sentada en el Congreso que como ciudadana de a pie.

—Tampoco hasta allá. ¿Qué alcanzo a hacer yo si lo extraditan en estos días?

—Una fuente me confirmó que Duque no va a firmar esa extradición. Se la va a dejar en el escritorio a Petro. Una última «jugadita» para que esa bomba le estalle en la cara a la izquierda.

—¿Confirmadísimo? —preguntó Piedad.

—Confirmadísimo… Nos tenemos que inventar algo para evitar que Petro autorice la extradición de tu hermano… Contigo en el Senado y conmigo en la Casa de Nariño, algo se nos tiene que ocurrir. Por lo pronto, cuando salgas de acá, aparécete en los eventos del Pacto. Que no se les olvide que tú eres parte de la bancada. 

Piedad se quedó pensando, cayendo sin darse cuenta en la trampa de la Candidata.

—Entonces acéptale el encargo a Petro —dijo de súbito la senadora electa—. Tú también tienes más poder como enviada especial en Venezuela que como simple consejera política en Bogotá. Si quieres vamos juntas a Caracas y te presento yo misma a Maduro.

***

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