Capítulo 12: La coalición infiltrada

Segunda temporada

Tomada de elespectador.com

Advertencia: ESTO ES FICCIÓN

Esta es una sátira sobre las relaciones de poder en Colombia, escrita en forma de novela. Y así como algunas películas advierten que su trama está «basada en hechos reales», esta es una novela basada en hechos actuales. En otras palabras: no se confunda. «La candidata presidencial» es una caricatura de la realidad, una parodia, un ejercicio de opinión y de imaginación del autor. Yo lo llamo ficción coyuntural.

Jueves 2 de septiembre de 2021

Aunque Sergio Fajardo es de Medellín, Humberto de la Calle es de Manzanares y Juan Fernando Cristo es de Cúcuta, los tres sudaban como cachacos cuando entraron a tomarse un descanso en el restaurante Santa Mesa de Santa Marta.

Eran las 11:34 de la mañana. Juan Manuel Galán y Miguel Samper también estaban empapados en sudor, obvio, porque ellos sí son cachacos. Y Carlos Amaya igual, obvio, porque es de Socha, un pueblo frío de Boyacá a una altura sobre el nivel del mar similar a la de Bogotá. Jorge Enrique Robledo, en cambio, sudaba menos como suele ser un cliché en adultos mayores que son tan delgados que se ven secos.

La Candidata, a diferencia de todos ellos, parecía refrescar el salón con su sola presencia. El aire acondicionado, junto al que se acababan de sentar, abanicaba su vestido «beige» de lino y algodón, de una sola pieza y silueta amplia, asimétrico (un poco más largo atrás que adelante) y con cuello nerú. La mujer disfrutó verlos incómodos, sancochados, víctimas de esa idea boba de hacer campaña en «jeans» y camisas antitranspirables.

 

 
 
 
 
 
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—Mire nosotros todos acalorados y ella como una lechuga —dijo Fajardo secándose la cara con una toalla—. Siempre es que nos hacía falta una mujer en este grupo, a ver si le ponemos una cara más amable a la coalición.

Los demás celebraron el comentario, ignorantes del micromachismo que reafirmaba su idea estética de la mujer. Juan Manuel Galán sacó pecho:

La traje yo, que no se les olvide.

Salvo el senador Robledo, todos le ofrecieron a la Candidata unas palabras amables de bienvenida. A Robledo no le gustaba que ella, pese a su distancia de la política en los últimos años, hubiera trabajado en el pasado con todos los gobiernos posibles.

—Agradezco la generosidad de todos —dijo la Candidata—. Y agradezco, especialmente, que me permitan participar en este formato flexible. O sea, que pueda hacer campaña JUNTO a la «coalición de la esperanza» y no necesariamente DENTRO de la coalición. Creo que eso nos funciona muy bien a todos.

—La idea es seguir sumando, sin ponernos barreras por pequeños detalles —replicó Juan Fernando Cristo—. Aquí el amigo Carlos Amaya es del Partido Verde e igual hacemos campaña juntos.

La Candidata volteó a mirar a Robledo, que le hacía el feo revisando su celular.

—¿Y tú qué piensas, Jorge Enrique? Puedes decírmelo. Soy capaz de soportarlo.

El senador no se esperaba la pregunta en frente de todos, pero tampoco es que se achicara ante una confrontación de última hora.

—Qué le digo yo, mi señora… Pues no es que sienta fruición de estar haciendo campaña juntos, porque la verdad es que tengo mis reservas, pero también es cierto que el tema no me trasnocha. Digamos que no tengo problema con que viajemos juntos. Me parece más difícil tragarme el sapo de tener que conversar con Alejandro Gaviria, después de todo lo que he dicho de él. Ya me la cobró Néstor Morales esta mañana y me van a tener aclarando este tema lo que resta de la campaña, pero bueno… uno no se las puede ganar todas siempre.

***

El precandidato Camilo Romero acababa de regresar a Bogotá después de hacer campaña en Villavicencio. Casi nunca se veía cansado, pero siempre estaba tenso. Vivía la política con disgusto, pero sin hartarse de ella. Así rumiaba sus rencores al interior del Partido Verde, sin parar, aunque al final del día la amargura le quedara untada en la boca.

Estaba en su oficina del Parque Bavaria, una zona ruidosa en la que se oía el Transmilenio de la Caracas y los buses de la Séptima. También se respiraba la polución de la Décima y la Trece. Allí, desde el balcón, el precandidato hacía transmisiones por sus redes sociales y usaba de fondo los edificios altos, el de Bancolombia, el de Allianz, el del Ibiz. En la noche, esas torres iluminadas le daban un aspecto especial a la ciudad, como un premio de consolación para quien quisiera decir que «Bogotá es insegura, pero bonita».

 —Déjeme ver si le estoy entendiendo bien —dijo Camilo—. Ustedes quieren que yo lance una propuesta para unir a TODOS los sectores alternativos al uribismo, ¿verdad?, pero… se les olvida un pequeño detalle: llevo meses pidiendo eso. He repetido una y otra vez que trabajemos en una unidad sin vetos, sin que vetemos a Fajardo, pero tampoco a Gustavo Petro. El problema es que eso, Petro, es lo que no les gusta. De manera, mi querido amigo, que lo que me está planteando, como si fuera una fórmula mágica que lo va a resolver todo, pues ni es mágica, ni es nueva, ni va a resolver nada. 

Nicolás lo miró sin tomarse personal la antipatía de Camilo.

—Nosotros tenemos claro que eso es algo de lo que usted ha venido hablando. Por eso buscamos esta reunión. Lo que pasa es que antes no había nadie en la «coalición de la esperanza» que le cogiera la caña. Ahora las cosas son diferentes, porque mi jefa acaba de unirse a esa coalición.

—¿Y por qué no lanza ella la propuesta? De pronto le hacen más caso que a mí. Además, cada vez que digo algo termino peleándome otra vez con alguien.

—Doctor Romero…, mi jefa sí está interesada en la unidad del centro y de la izquierda, pero no puede arrancar en la «coalición de la esperanza» diciendo de una vez que hay que trabajar con Petro. Hay que ser muy estratégicos. Por eso, lo que sí puede hacer ella es recoger una propuesta concreta, muy específica, que haga otra persona… alguien como usted. Con esa propuesta sobre la mesa, ella puede hacer un ejercicio de persuasión interna, una cosa sigilosa, prudente, con los demás miembros de la coalición…

Aunque Camilo se quedó viéndolo con desconfianza, la idea empezó a intrigarlo.

—Una propuesta «concreta»… Me imagino que ustedes ya han pensado en qué tan «concreta».

—Tenemos un borrador muy sencillo, sí; casi que una obviedad; que la «coalición de la esperanza» y los verdes se pongan de acuerdo en escoger a un solo candidato, digamos que Fajardo, y que luego él vaya a una consulta con Petro en marzo para llegar con candidato único a la elección presidencial… Usted defina los detalles, doctor Romero, y póngale el nombre que quiera.

—¿Y a qué es exactamente lo que se compromete su candidata? —indagó Camilo.

—Mi jefa se compromete a ambientar la propuesta que usted presente. Y estamos hablando de que la va a ambientar en la «coalición de la esperanza», con el mismo Fajardo, pero también con disidencias liberales… con el senador Velasco, para no darle más vueltas. Él lidera un grupo grande de liberales que no le van a los Gavirias y sí quieren sumarse a una propuesta de centro-izquierda. Y tenga en cuenta una cosa: al final, el crédito va a ser suyo, doctor Romero. El que va a quedar como el gran unificador de los sectores de centro es usted. Eso sí, yo creo que hay una firma que es fundamental para esta propuesta, sobre todo para sumar al mayor número de verdes… La firma del doctor Carlos Ramón. Imagínese el efecto de esta propuesta si la suscribe el fundador, representante legal y copresidente del Partido Verde.

***

Viernes 3 de septiembre de 2021

El periodista Juan Carlos Iragorri hizo la pregunta de siempre, el tema «obligado», el lugar común de toda entrevista sobre la elección presidencial de 2022, como si no preguntar sobre eso les quitara el título a los periodistas, porque el periodismo suele obsesionarse con preguntas pendejas, hipotéticas, irrelevantes, que no llevan a ningún lado y que lo reducen todo a un «sí» o a un «no», a elegir entre «A» o «B». ¿Leonel Messi o Cristiano Ronaldo? ¿Con la luz prendida o apagada? ¿Está usted a favor o está usted en contra?

—Y si la segunda vuelta fuera entre Petro y «el que diga Uribe», ¿usted por quién votaría? —preguntó el periodista sintiéndose periodista, porque, al fin y al cabo, esa es la pregunta que hacen los periodistas.

La Candidata torció los ojos, reprochando que el cuestionario fuera tan predecible y aprovechando la invisibilidad que ofrece una entrevista por teléfono.

—Votaría por Petro.

Lorena Agudelo, su secretaria privada, se quedó boquiabierta. Había acompañado toda la entrevista desde el apartamento de la Candidata. También se sorprendió el periodista, porque hasta ahora ningún precandidato de centro se había atrevido a responder la pregunta pendeja.

—Eh… Mmm… Le confieso que no me esperaba la franqueza… Emm… ¿Y en la coalición de la esperanza saben eso, que usted votaría por Petro?

—Es que ninguno de ellos me ha hecho esa pregunta. ¿Sabe por qué? Porque no contemplamos un escenario así. La realidad es que uno de nosotros debe llegar a segunda vuelta para que la gente no tenga que elegir entre los dos extremos. La respuesta que le di es una simple cortesía. Sinceramente no creo que eso ocurra.

—Pues le agradezco la cortesía e igual creo que su respuesta, aunque sea sobre un escenario hipotético, sí nos permite saber hacia dónde se siente más inclinada o, bueno,… no… no hacia dónde se siente más inclinada, sino con cuál de los extremos siente más distancia, que también es una manera de leer su respuesta.

—Esa disquisición es suya, Juan Carlos, no mía.

Iragorri sonrió.

—Pues de nuevo muchas gracias, por su tiempo, por estar en nuestros micrófonos… Ella es la nueva candidata a la Presidencia… bueno, precandidata a la Presidencia, que se suma a un listado ya bastante amplio, casi 60 precandidatos, según las cuentas de algunos…

Lorena se quedó viendo a la Candidata, como esperando la respuesta a una pregunta que no había hecho.

—¿Y eso? —cuestionó al fin la secretaria privada—. ¿Cómo anuncias que votarías por Petro en tu primer día como precandidata de la «coalición de la esperanza»? ¿Desde ya estás mandándole mensajes a Petro?

—El mensaje es para Camilo Romero —explicó la Candidata—, para que se decida a lanzar la propuesta que le dijimos anoche, que sepa que sí estoy dispuesta a tender un puente desde la coalición de Fajardo hasta el «pacto histórico» de Gustavo Petro.

—Ah, ¿ahora tendemos puentes?

—Claro que no. Cuando Camilo lance la propuesta de unir al centro con el petrismo van a terminar de caerse los poquitos puentes que aún quedan entre los verdes. Tenemos que lograr que Carlos Ramón se sume. ¿Te imaginas el tierrero que se va a armar si él firma esa propuesta sin consultarlo con los otros copresidentes del Partido Verde? Va a ser un desastre.

***

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